sábado, 17 de octubre de 2015

Los amigos y el oso

Dos amigos iban juntos por un camino cuando vieron surgir un oso enorme que lanzaba terribles rugidos.

-¡Socorro! -gritaron.

El más delgaducho no tardó en hallar refugio en la copa de un árbol pero su amigo, demasiado pesado, no pudo hacer lo mismo.

-¡Dame la mano y súbeme! -le suplicó.


-¡No puedo! -replicó el más flaco mientras subía cada vez más alto-. Si ayudo a alguien tan gordo como tú, corro el riesgo de caerme... ¡y no quiero que el oso me devore!

La temible fiera ganaba terreno. Sus fauces, de las que salían gruñidos terribles, se acercaban peligrosamente al hombrecillo más obeso.  De pronto, éste se dejó caer al suelo.

"He oído decir que un oso nunca ataca a un cadáver", se dijo el viajero, caído en tierra. "Voy  a hacerme el muerto".

Inmóvil, se hizo el muerto, en tanto que el oso le olfateaba con su enorme hocico. Después  el animal se marchó, convencido de que el hombre estaba realmente muerto. Cuando el oso se hubo ido, el otro viajero bajó al suelo y dijo a su amigo:

-¡Has tenido suerte! ¡Te has librado por los pelos! Me pregunto por qué se habrá marchado el oso. Incluso me ha parecido que te susurraba algo al oído -continuó -. ¿Qué te hadicho?

-El oso me ha recomendado que no vuelva a viajar, de ahora en adelante, con alguien que sólo piensa en sí mismo y que no te presta ayuda cuando tu vida está en peligro. Es en los momentos difíciles cuando se reconoce a los verdaderos amigos.

Y con estas palabras, el hombre regordete siguió su camino solo.

 Moraleja: Aquel que sólo piensa en sí mismo pierde a sus amigos.



martes, 13 de octubre de 2015

El árbol confundido


Había una vez en un lugar que podría ser cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un jardín esplendoroso con árboles de todo tipo: manzanos, perales, naranjos, grandes rosales,... Todo era alegría en el jardín y todos estaban muy satisfechos y felices. Excepto un árbol que se sentía profundamente triste. Tenía un problema: no daba frutos.
-No sé quién soy... -se lamentaba-.
-Te falta concentración... -le decía el manzano- Si realmente lo intentas podrás dar unas manzanas buenísimas... ¿Ves qué fácil es? Mira mis ramas...
-No le escuches. -exigía el rosal- Es más fácil dar rosas. ¡¡Mira qué bonitas son!!
Desesperado, el árbol intentaba todo lo que le sugerían. Pero como no conseguía ser como los demás, cada vez se sentía más frustrado.

Un día llegó hasta el jardín un búho, la más sabia de las aves. Al ver la desesperación del árbol exclamó:
-No te preocupes. Tu problema no es tan grave... Tu problema es el mismo que el de muchísimos seres sobre la Tierra. No dediques tu vida a ser como los demás quieren que seas. Sé tú mismo. Conócete a ti mismo tal como eres. Para conseguir esto, escucha tu voz interior...
¿Mi voz interior?... ¿Ser yo mismo?... ¿Conocerme?... -se preguntaba el árbol angustiado y desesperado-. Después de un tiempo de desconcierto y confusión se puso a meditar sobre estos conceptos.
 

Finalmente un día llego a comprender. Cerró los ojos y los oídos, abrió el corazón, y pudo escuchar su voz interior susurrándole:
"Tú nunca en la vida darás manzanas porque no eres un manzano. Tampoco florecerás cada
primavera porque no eres un rosal. Tú eres un roble. Tu destino es crecer grande y majestuoso, dar nido a las aves, sombra a los viajeros, y belleza al paisaje. Esto es quien eres. ¡Sé quien eres!, ¡sé quien eres!..."

Poco a poco el árbol se fue sintiendo cada vez más fuerte y seguro de sí mismo. Se dispuso a ser lo que en el fondo era. Pronto ocupó su espacio y fue admirado y respetado por todos.
Solo entonces el jardín fue completamente feliz.
Cada cual celebrándose a sí mismo.
"Haz caso a tu corazón, él te guiará por el sendero donde reside tu felicidad"

viernes, 2 de octubre de 2015

Soy TU


Era un discípulo honesto. Moraba en su corazón el afán de perfeccionamiento. Un anochecer, cuando las chicharras quebraban el silencio de la tarde, acudió a la modesta casita de un yogui y llamó a la puerta.
--¿Quién es? -preguntó el yogui.
--Soy yo, respetado maestro. He venido para que me proporciones instrucción espiritual.
--No estás lo suficientemente maduro -replicó el yogui sin abrir la puerta-. Retírate un año a una cueva y medita. Medita sin descanso.
Luego, regresa y te daré instrucción. Al principio, el discípulo se desanimó, pero era un verdadero buscador, de esos que no ceden en su empeño y rastrean la verdad aun a riesgo de su vida. Así que obedeció al yogui.
Buscó una cueva en la falda de la montaña y durante un año se sumió en meditación profunda. Aprendió a estar consigo mismo; se ejercitó en el Ser.
Sobrevinieron las lluvias del monzón. Por ellas supo el discípulo que había transcurrido un año desde que llegara a la cueva. Abandonó la misma y se puso en marcha hacia la casita del maestro. Llamó a la puerta.
--¿Quién es? -preguntó el yogui.
--Soy tú -repuso el discípulo.
--Si es así -dijo el yogui-, entra. No había lugar en esta casa para dos yoes.

*El Maestro dice: Más allá de la mente y el pensamiento está el Ser.
Y en el Ser todos los seres.